viernes, 28 de abril de 2017

Leyenda #38: Creepypasta: La maldición de Balita (La increíble pero cierta historia de Caperucita Roja)

Era un invierno frío en aquel 2005, fui mandada a los Alpes suizos a grabar un documental sobre extraños fenómenos ocurridos allí.

Adoro Suiza, por sus chocolates, sus quesos y como no por su naturaleza. El tema del documental surgió como investigación de una beca concedida a dos personas. Una para mi y otra para mi compañera Sheila. Yo solía llevar una chaqueta, mi gorro a juego con el color de los troncos de los abetos y mi "Olympus clasica" y Sheila llevaba una sudadera azul y una camiseta morada de los "Laykers". Yo hacia las fotos y mi compañera Sheila de reportera. Nos dirigimos a una aldea casi deshabitada de Suiza. Su nombre era "Märchen".

Allí hablamos con unos de los pocos aldeanos que había. Nos explico que prácticamente la gente desaparecía al atravesar el bosque de los abetos. Decía que estaba maldito o encantado. Solo sabían algunos de los guardabosques que habían visto a un señor talando arboles, de aspecto rudo pero pálido y con las pupilas muy dilatadas.

Sheila y yo (por cierto mi nombre no os lo he dicho pero todos me llaman Valey, porque me encanta tomar cada mañana una buena infusión de valeriana) partimos a la noche a ver si ocurría algún extraño suceso. En la primera noche, nos quedamos entre la aldea de Märchen y el bosque de abetos. Había infinidad de señales que decían que no debíamos atravesarlo pero teníamos el permiso de la universidad y los guardabosques tampoco merodeaban mucho por allí. Es extraño, ya debían de habernos llamado la atención pero no. Parecía como no importarles lo que la gente hiciera. Solo se habían molestado en colocar las señales. La primera noche era preciosa, todo el cielo estaba estrellado y tenia un dulce olor.

Finalmente, a la mañana siguiente decidimos entrar. Solo llevábamos unas horas andando y todo lo que grabamos fue una especie de niebla dorada y algunos pájaros algo finos. Sobre las cinco de la tarde, pudimos ver una silueta de un leñador cortando sin cesar un abeto. Cantaba una canción melódica, casi como una nana. Nos acercamos lo mas deprisa que pudimos pero solo nos encontramos con un mero espejismo. Era evidente que era el leñador que nos hablaron pero no nos íbamos a echar atrás; perdidas o no.

Pasadas unas dos horas, encontramos a una niña con una caperuza roja con vaqueros y botas. Tenia la misma tez y ojos que el leñador. Iba con una cesta de mimbre en su mano mientras tarareaba en suizo algo como "Una vez que se entra ya eres parte del cuento". Mi cámara no dejaba de echar fotos y mi compañera con su videocámara grabando todo, mientras le gritaba que por favor se detuviera. Paso lo mismo con el leñador. Desapareció en la espesa niebla dorada.

Otra vez nos dio la noche y esta vez nos pusimos en mitad de un pequeño yermo donde no alcanzábamos a vislumbrar nada. Ni una luz de las cabañas de Märchen ni alguna casa de aquel leñador, o la casa de los padres de aquella niña de la caperuza roja.

A la mañana siguiente, emprendimos la expedición otra vez. Yo ocultaba mi miedo en las valerianas pero estaba llena de terror. ¡Jamás volvería a mi casa! ¡Ni conseguiría mi ansiado reportaje! "¡Ojala hubiera echo un reportaje sobre las ardillas voladoras en Canadá! ¿Sería este nuestro final? ¿Íbamos a morir? Lo malo de ser pequeña de estatura es que mis piernas no son muy rápidas. Envidio a las ardillas voladoras; trepan por los arboles y cuando se cansan vuelan a unas velocidades impresionantes. Sheila en cambio tiene unos pies enormes y largas piernas para continuar. Sheila tiene también miedo, se lo noto, pero quiere ocultarlo para simular su fuerza.

A las 12:00 de la mañana encontramos una cabaña abandona. Entramos y solo encontramos menaje y cacharros para cocinar salvo por uno de los armarios que se encontraban en la cocina. Parecía como su en esa cabaña solo hubiese existido una cocina donde quizás se cocinaban dulces ya que conservaba su grato olor a Muffins con arándanos rojos y morados. La niebla seguía en la zona y se metía en la casa. Decidimos ver el armario.

En el armario había informes policiales sobre la desaparición de una señora de unos 70 años, maestra en repostería, el segundo informe hablaba de su nieta pequeña de unos 10 años que fue al bosque con ella y jamas se supo de ellas, el tercer informe hablaba de un cantante famoso de la aldea. Cada uno desapareció en diferentes años pero en el mismo día.

Decidí hacerle unas fotos y mis nervios no dejaban de perseguirme, empezaba a temblar y a hablar muy rápido y Sheila empezaba a incomodarse con mi temor. Me decía que me tranquilizara y que bajara la voz. Salimos de allí cuando terminamos de grabar y hacer unas fotos. Al salir, la niebla estaba más espesa que antes. Empezamos a correr por miedo sin ir a un lugar concreto y perdí de vista a Sheila.

Corrí y corrí pero mis pequeñas piernas se desvanecieron y yo con ellas. Cuando desperté estaba en el mismo yermo, cerca de la cabaña. Estaba atada de pies y manos a un árbol. El leñador apuntaba con el filo de su hacha a mi cuello. La niña de la caperuza estaba cerca de un fuego y se levanto cuando de las sombras apareció una anciana vestida con una bata bastante estropeada de un color morado desgastado. Ya no había ninguna niebla dorada. La mujer tenia una bandeja de Muffins de arándanos y le dio una a la niña. La niña de la caperuza fue hasta el otro amordazado que no me di cuenta de su presencia hasta que empezó a chillar. La niña la silencio con una navaja en el cuello. Era Sheila quien gritaba. La vieja hizo un gesto y la niña saco de su bolsillo un hada con la que vertió sus polvos mágicos a la fuerza en el dulce y se lo hizo tragar a Sheila. La mujer comenzó a decir un conjuro que era algo como "te convertirás en una criatura de cuento de hadas una vez que seas parte de las hadas, con su polvo y tu personalidad, en lobo te convertirás". La pálida piel de Sheila se transformo en una robusta capa de pelo marrón y dientes afilados. Se desamordazo y pego un gran aullido.

Ahora era mi turno. pero esta vez fue el leñador con el mismo proceso. Tenia miedo a resistirme por si me decapitaba. Me hizo tragarme el Muffin sin apenas masticarlo y la mujer dijo "Parte de un hada ya eres, pero no como tu amiga seras, pues el polvo de hada actuara y en ardilla te convertirás". De repente mi cuerpo se empequeñeció más aun y solo conserve mi cámara, sombrero y chaleco. Se me había pegado el nerviosismo del miedo.

Ahora ya no podíamos huir Sheila y yo porque según la anciana formábamos parte del cuento. Quisimos huir pero la niebla dorada nos conducía al mismo yermo y a la misma cabaña. Nunca creí que acabaría así y sobre todo probando el café de avellanas de la anciana que estaba de muerte, ahora soy Balita en vez de Valey porque con el café nunca me estoy quieta, además de los nervios. Mi vida había sido hechizada y si, quizás maldita pero era feliz en mi maravilloso mundo de hadas , trabajando con Sheila.

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